El consumismo desenfrenado, cierta degradación de las normas sociales, sobre la explotación de los recursos humanos, y del medio ambiente siguen jugando en contra. La Tierra, y sus componentes mutan, se adaptan. Hay suficientes señales que muestran que los humanos, y todos los seres vivos, somos un elemento más que compone a este organismo vivo. El coronavirus podría ser entendido como el resultado de la conducta de un mundo tecnocrático, que ha generado problemas ambientales desde hace mucho tiempo como el Efecto Invernadero, Calentamiento Climático Global, Deterioro de la Capa de Ozono, por nombrar algunos. Durante la cuarentena estricta en 2020 hubo una fuerte disminución de los niveles de contaminación a nivel mundial. Los primeros valores se vieron en China, Estados Unidos e Italia cuando allí  comenzó el aislamiento estricto con caídas de entre 20% y 30% de las emisiones de Dióxido de Nitrógeno (NO2) en el aire.

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En los centros urbanos fuertemente golpeados por el coronavirus, como Madrid, Milán, Roma, Paris se registraron una disminución de entre el 40% y 60% de esta concentración contaminante. En Argentina, mediante mapas creados por el GeoPortal de Servicios Web de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) se analizaron los promedios tres semanas previas y las tres posteriores al 20 de Marzo 2020. Los resultados fueron sorprendentes en ciudades como Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza y San Miguel de Tucumán. Las observaciones diarias del satélite Sentinel-5p muestran que el Dióxido de Nitrógeno en la atmósfera de los centros urbanos se redujo significativamente tras el aislamiento obligatorio, hasta 5 y 6 veces mas bajos.